¿LAS COSAS NO MARCHAN BIEN? UNA OPORTUNIDAD PARA APRENDER

Reflexión diaria: 5 de Mayo del 2017.

Por: Nicolas Antiporovich

Cuando sientas que las cosas no marchan del todo bien en tu vida, aprovecha la ocasión para aprender, tal como lo hizo el apóstol Pablo.

En el capítulo 12 de la Segunda Carta a los Corintios, Pablo cuenta que Satán lo estaba atormentando. Los teólogos hace cientos de años debaten sobre cuál era este tormento, pero eso no es lo importante ahora.

Lo cierto es que Pablo no entendía nada. Él era un hombre de Dios y, tal vez, con esa tendencia religiosa de creer que todo lo malo que nos pasa es porque estamos pagando malas acciones del pasado, se preguntaba “¡¿Por qué a mí?! ¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?!”.
Pero, como era un hombre sabio, pensó: “Si Satán me ataca es porque Dios lo permite, y si Dios lo permite es porque quizás quiera enseñarme algo. ¿Qué querrá enseñarme el Señor?”. Se puso entonces a analizar su vida y llegó a esta conclusión: él tuvo grandiosas visiones y revelaciones del Señor, experiencias que lo marcaron para siempre entre las que se destaca el haber sido llevado al tercer cielo en donde escuchó cosas indecibles que a los humanos no se les permite expresar. El apóstol corría un riesgo grande. Como decimos en Argentina, corría el riesgo de “agrandarse” o de “creérsela”, es decir, que su estima propia subiera hasta las nubes creyendo ser más de lo que realmente era.

Luego de este autoanálisis Pablo llegó a la conclusión de que Dios permitía ese ataque de Satán sobre su vida para evitar que se volviera presumido por esas sublimes revelaciones (2° Corintios 12:7).

¿Qué quiere enseñarte Dios? Del mismo modo, cuando sientas que las cosas no marchan bien, cuando veas cómo Satán te ataca sin piedad, cuando las deudas te invaden, la enfermedad llega a tu vida o tus seres queridos te traicionan, pregúntate: “Si esto está pasando es porque Dios lo permite, ¿No querrá enseñarme Dios algo con todo esto?”. Luego, en oración, comienza a analizar tu vida y fíjate qué cosas deberías aprender, qué deberías cambiar.

Quizás sea tu orgullo o algún otro aspecto de tu carácter que no es conforme la la divina voluntad; quizás el modo en el que tratas a las demás personas no es el mejor; o quizás debas cambiar tu forma de alimentarte ; o tal vez la forma en la que estás administrando tu dinero. ¿Qué es lo que debes cambiar? No lo sé, no puedo decírtelo yo. Pero tú sí puedes encerrarte en tu cuarto y orar para que sea Dios quien te lo muestre.

¡Qué hermoso es ser ciudadanos del Reino de Dios en donde las situaciones adversas, en vez de sepultarnos, nos ayudan a crecer!





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