CONTENTO AL INFIERNO, AMARGADO AL PARAÍSO

Reflexión diaria: 17 de Abril del 2017    

Por: Nicolás Antiporovich

Conocí a una persona, llamémosle Lucas, que era siempre el “alma de la fiesta”. En cada reunión de amigos era el que siempre tenía algún chiste o comentario ocurrente que nos alegraba a todos; era el que no tenía vergüenza de mostrarle al mundo que disfrutaba la vida. Si tuviera que describirlo en una palabra, seria… “alegría”, “simpatía”, “risas”, “locura”, bien podrían haberse usado para dicha tarea. Cuando Lucas no estaba, su ausencia se sentía y nada era lo mismo.

Un día, Lucas, me llamó para decirme que por favor nos encontráramos personalmente porque tenía algo muy importante que contarme. Al encontrarnos me contó que había decidido seguir a Jesús, y muy emocionado narró su conversión.

¡Cuánto me alegré por eso! ¡Tanto había orado por él para que conociera al Señor! No pude más que imaginarme cómo Dios usaría esa alegría contagiosa que él transmitía para llevar a otros a ser también ciudadanos del Reino Celestial. ¡Qué tremendo evangelista podría ser Lucas a partir de ahora!

Ciertamente a partir de ese entonces, en la vida de Lucas hubo un cambio pero… no era el que yo creía que ocurriría. Empezó a vestirse con ropa oscura, ya no mostraba sus emociones como antes lo hacía, ya no nos hacía reír con sus bromas siempre oportunas…

En cambio ahora no dejaba de explicar, con tono muy serio que ahora ya no bebía, ya no fumaba, ya no iba a bailar. Usaba cualquier ocasión para mostrar que él no era más un “mundano”, que era diferente. Y justificaba todas esas nuevas conductas diciendo que ahora había decidido seguir el arduo camino de la fe. No pude evitar pensar que si antes Lucas se estaba yendo contento al infierno, ahora iba a ir amargado al paraíso.

Me encanta la carta que el apóstol Pablo escribió a los filipenses. Una temática constante en ese escrito es el tema de la alegría. Una y otra vez el siervo de Dios exhorta a sus lectores a alegrarse tal como él mismo lo hace. ¡Y esto llama aún más la atención cuando sabemos que escribió esta carta estando preso! Es que la alegría de Dios trasciende nuestras circunstancias que pueden ser adversas. Y si estamos alegres no hay ningún motivo para ocultarlo.

Querido lector, es mi oración que podamos reírnos más. Que el gozo de la salvación sea una realidad en nosotros. Que no sintamos culpa por ser alegres y que, en cambio, contagiemos  a otros esa alegría que la presencia de Dios en nuestras vidas nos da.

“Alégrense en el Señor. Otra vez les digo: ¡Alégrense!” (Filipenses 4:4).





© Ministerio Sonidos del viento (ruaj) Colectivo SDA detox . Prohibida su reproducción parcial o completa sin la autorización expresa del autor. 2017.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LÍNEAS RECTAS CON RAMAS TORCIDAS.

JESÚS NO SE OLVIDÓ DE MI

¿LAS COSAS NO MARCHAN BIEN? UNA OPORTUNIDAD PARA APRENDER